crítica / Playtime

Tati nos propone la historia contada en lo que podría ser tiempo real si no fuera que el día y la noche no se suceden tan rápido. Los gags son largos y de necesaria revisión, tanto como el resto de la película, que alterna en quien la mira una sumisa devoción mezclada con un momentáneo hastío cuando las cosas se ponen demasiado extensas. Pero el placer está y se sostiene, sobre todo una vez que termina la proyección y la necesidad de pasar otra vez por el trance se apodera de uno.
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Daniel Castelo
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