crítica / Buried In Light
El diario de rodaje de Jem Cohen a través de Europa contiene imágenes increíblemente bellas, y una banda sonora realmente destacable. Aquí sucede lo típico: Se trata de una obra por demás contemplativa, una suerte de proyección de diapositivas con audio. La cuestión es que las "diapositivas" son directamente alucinantes (increíble las imágenes del bebé durmiendo y soñando ¿pesadillas?) y el audio es una conjunción perturbadora de comunicados de las SS, piezas para contrabajo y acusmatismo extremo. En su viaje, Cohen omite el repertorio clásico (París, Barcelona, Londres, etc) y hunde su lente en Cracovia, Budapest, Auschwitz y Praga. Pueden suponer, entonces, hacia qué lugar apunta la obra. Sin caer en el golpe bajo (y apoyado, cuando no, por la banda sonora), el segmento Auschwitz puede llegar a rozar lo escalofriante. Y cierto pasaje nocturno del segmento Budapest, con niños corriendo por ahí agitando bengalitas, es tan sórdido que en determinado momento pega la vuelta y se convierte en bello. Ya se ha dicho: Otro film contemplativo, pero de inusual belleza.
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Daniel Celina
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